La pobreza y la exclusión social no son efectos de la crisis económica actual. No son nada nuevo, existían antes, pero lo que sí es nuevo es su condición actual. Para Víctor Renes, Vicepresidente de la Red Española de la Lucha contra la Pobreza, EAPN, y el encargado de llevar a cabo la III Formación para el Compromiso de la Fundación Novaterra, “la crisis las ha agravado hasta el punto de pasar de ser algo coyuntural a convertirse en algo estructural en la sociedad española”.
Según los datos del Informe sobre “Exclusión y Desarrollo social en España. Análisis y perspectivas 2012” de la Fundación Foessa, en cuya elaboración también ha participado Renes, nuestra evolución social ha generado “una pobreza más extensa, más intensa, más crónica, y una convivencia que se asienta cada vez más en una sociedad dual”.
Es más extensa porque la pobreza se incrementa en número de hogares y personas. La tasa de pobreza es de un 21,8%, una de las más elevadas de la Unión Europea. Pero es que además el umbral de la pobreza ha bajado de los 8.000 euros anuales en 2009 a los 7.500 en 2010, lo que quiere decir que la renta media es menor en general, todos tenemos menos. Es una pobreza más intensa, porque las situaciones de privación material y la dificultad de acceso a derechos básicos se han acrecentado. En 2010 un 30% de los hogares españoles tenía dificultades para llegar a fin de mes y cerca de un 41% era incapaz de hacer frente a gastos imprevistos. Por último, es una pobreza más crónica, porque no hablamos de situaciones de pobreza pasajera, sino de años viviendo bajo el umbral de la pobreza, incluso en personas con empleo que siguen siendo ‘trabajadores pobres”.
Para Renes, con una dilatada experiencia en este ámbito por la que fue reconocido el año pasado con la Cruz de Oro de Orden Civil de la Solidaridad Social, lo que estamos viviendo no es una crisis económica y financiera sin más sino, además de esta pobreza estructural, “una pérdida de bienestar generalizada que se traduce en un empobrecimiento social, una pérdida de derechos y un repliegue de las medidas de contención”.
Renes se mostró contundente al afirmar que esta crisis es “un instrumento de una cuestión pensada para provocar este cambio”, y la cuestión es que “no retornaremos a una sociedad pre-crisis porque estamos en una situación estructural distinta. Vamos hacia una nueva sintaxis social”. Un modelo social emergente que se caracateriza por dos aspectos fundamentales: la polarización social: las empresas que más cotizan multiplican sus beneficios y los ricos duplican su riqueza, mientras que la sociedad se empobrece. Y en segundo lugar, una ruptura del pacto social; “la pérdida de derechos no es un acaecido de la crisis, sino un acontecimiento. Es una propuesta política gestionada de una manera clara y sin tapujos, una propuesta de nueva organización social”.
Sin embargo, ante este panorama en el que las personas se encuentran “desmoralizadas, bajas de moral”, no es verdad que no se pueda hacer nada”. Este es precisamente el lema de estas jornadas, conocer para actuar, formación para el compromiso. Con este objetivo cerca de 200 personas han acudido este año a la cita con la intención de comprometerse y aportar sus esfuerzos, conocimiento o recursos materiales y personales a la causa por la que trabaja la Fundación Novaterra: el empleo como principal herramienta de inserción social.
Entre los caminos que desarrollar para hacer frente a esta severa crisis estructural Renes propone varios. En primer lugar, concretar un pacto y una estrategia a nivel estatal por la inclusión social, “un plan para el rescate de las personas y coherente con la cohesión y la justicia social”. En segundo lugar, un plan local que priorice formas distintas de organización de la polis. Y tercero, un nuevo enfoque de acción social de los servicios sociales desde las propias situaciones de pobreza y exclusión.
Junto a éstas, Renes propone también alternativas a la política de austeridad como impuestos que graven las riquezas; poner más atención al crédito a proyectos emprendedores de colectivos en exclusión; incentivos fiscales para trabajadores con salarios bajos, como se está haciendo en otros países europeos como Inglaterra; incluir objetivos de equidad en las políticas; un plan de inclusión social que garantice los derechos y una renta ciudadana universal e incondicional “por ser ciudadanos, sin más”, entre otras. En definitiva, caminos hay muchos, “sólo hay que querer” tomarlos.