Setecientas mil familias en España no tienen ningún tipo de ingreso. “Y parece que hemos perdido la conciencia de que hay cosas que no se pueden tolerar”. Así de contundente se mostraba Teresa Crespo i Julià, actualmente presidenta de –ECAS- Entidades Catalanes de Acción social, en la VIII Jornada de Formación para el Compromiso de la Fundación Novaterra, este año dedicada a analizar el futuro del empleo.
Para la historiadora de la Universidad de Barcelona, la crisis ha generado una situación en la que los pobres son más pobres y los ricos más ricos. El número de personas en situación de pobreza severa ha aumentado. Y el paro es la puerta de entrada en muchas ocasiones a la situación de pobreza. “Una pobreza que no es sólo falta de recursos económicos, sino una cuestión multifactorial: falta de capacidad para organizarse, falta de redes familiares y sociales, carencias en el hogar, falta de salud”. “Pero es que además hoy no podemos afirmar que el empleo sea la puerta a la vida social. Ya no es la vía más segura”, afirmaba Crespo.
Según la profesora, “los propios sindicatos han alertado de la pérdida de la capacidad de cambiar el mercado laboral, y de la necesidad de reinventarnos”. Unos convenios colectivos que ya no tienen la fuerza de antes, una dispersión del sistema productivo y de la mano obra, que debilita la red de trabajadores, que pierden la conciencia de clase y de defender sus intereses. Lo cual ha llevado a la debilitación de las reivindicaciones del proletariado, que hoy no existe como tal”. En su lugar, hemos asistido el nacimiento del “Precariado”, personas que a pesar de tener formación no encuentra trabajo, y si lo encuentran, es completamente precario.
A lo que hay que sumarle el avance imparable de la tecnología. “Tres de cada cuatro ocupaciones de hoy día corren peligro de ser robotizadas”, afirmaba Crespo. “Pero no tenemos que tener miedo a los avances tecnológicos. De inmediato seguro que habrá destrucción de empleo. Pero lo que hemos de vigilar es como se usa la tecnología y cómo se respeta el valor de la persona, que tiene que estar en el centro”, concluía Crespo.
Cambiar empleo por activación
Ahora bien, para tener un futuro justo, se han de dar grandes cambios. “Hay personas paradas de larga duración, muchas de ellas mayores de 55 años, que probablemente ya nunca encontrarán un empleo. Se habla también de la clase inútil. Gente que trabaja pero que no se siente útil. Hemos de pensar cómo le damos la vuelta a esta situación. Hemos de pasar de poner el trabajo en el centro a empezar a hablar de “activación”. Las tecnologías han de darnos una sociedad del bienestar y del ocio. Si en el siglo pasado se redujeron las jornadas de 12 a 8 horas de trabajo en muchas partes del mundo, en el futuro la tecnología nos permitirá trabajar menos, y tener más tiempo para otras cosas. La tecnología puede ayudar a esa activación y a aumentar la relación entre personas, por ejemplo entre las personas mayores.”
Pero por supuesto, este futuro sólo será posible si tenemos un mínimo con el que vivir. “Los gobiernos tienen la obligación de garantizar una renta mínima de ciudadanía, pero ciudadanía significa ser sujeto de derechos, pero también de deberes. Toda la vida comunitaria debería depender de la ciudadanía”.
Crespo puso como ejemplos a medio camino de lo que podría ser, el modelo “Barcelona activa” de inserción laboral. O la Tarjeta solidaria, un proyecto social piloto que ha mejorado la cohesión social en los barrios y la economía. “Porque ahora las personas van a la compra en comercios de la zona, en lugar de ir al banco de alimentos, han mejorado su salud mental, etc”.
En definitiva, los retos del futuro pasarán por esa activación de todas las personas, algo que no hemos sabido superar de una manera plena. Un cambio de políticas sociales, menos reactivas, y también menos caritativas, mucho más distributivas para una sociedad más justa. Una políticas fiscales que graven más a los que más tienen. Y si quien genera la riqueza son la máquinas, aplicar la tasa robot, algo que ya se está planteando en Europa. Y por supuesto, unas políticas formativas muy diferentes de las actuales, que potencien personas autónomas con capacidad de adaptarse al cambio, y eso no es tan fácil. Aprender a aprender va a ser lo importante”, afirmaba Crespo.
El futuro también pasa por trabajar unidos, en redes. Encontrar nuevas formas de colaborar para un fin común. Potenciar la economía social y solidaria. “Nadie sólo cambiará las cosas, pero entre todos algo transformaremos. Si el futuro del mercado laboral no se fundamenta en una economía del bien común, difícilmente tendremos una sociedad justa”. Con estas palabras cerraba Teresa Crespo esta VIII Jornada de Formación para el Compromiso de la Fundación Novaterra, a la que asistieron un centenar de personas, entre ellas la Directora General del Sector Público, Modelo Económico y Patrimonio, Empar Martínez Bonafé, y Cristina Moreno Fernández, Directora General de Trabajo y Bienestar Laboral.