Una vez más, y ya hemos perdido la cuenta de las que llevamos, hemos dejado morir ahogadas a personas, centenares en esta ocasión, que intentaban salvarse. Salvarse y escapar del hambre, la persecución, la miseria, el miedo y la impotencia ante un futuro desolador para ellos y sus familias… No ha sido el mar quien se las ha tragado sino la indiferencia y la complicidad culpable de muchos, por acción o por omisión, pero desde luego no ya por ignorancia. Porque:
· Los gobiernos corruptos de sus países, y quienes les corrompen, no dudan en utilizar en beneficio propio a sus mismos pueblos como rehenes;
· Los gobiernos europeos, prisioneros de sus políticas hipócritas y mezquinas, guiadas por sus intereses partidistas a corto plazo y/o personales ansias de poder, lamentan posteriormente la desafección creciente de buena parte de su ciudadania desengañada;
· Las redes mafiosas que se fomentan, se enriquecen criminalmente con el trafico de vidas, sin que se les ponga coto: ¿quiénes se benefician con ello?
· Los medios de comunicación e influencers de todo tipo, se dejan guiar más por sus intereses económicos o autocensuras que por la ética de una profesión que debería estar al servicio de los valores sociales y humanos básicos;
· Todos y cada uno de nosotros, en una u otra medida según nuestras capacidades, relegamos nuestros deberes ciudadanos y responsabilidades sociales ante los señuelos de una sociedad cada vez más consumista y manipuladora.
SÍ. Las más elementales exigencias humanitarias, y las tradicionales leyes del mar que obligan a prestar el auxilio preciso a cualquier persona en riesgo grave e inminente de su vida, son culposamente vulneradas una y otra vez. Apenas unas breves y superficiales noticias de pasada y alguna lamentación “formal” posterior si acaso. Nos acostumbramos a ello. Se olvida pronto, no vaya a provocarnos algún trauma o preocupación más allá de pasajeros sentimientos de lástima. Y, de este modo, lo convertimos en una simple cifra más para las estadísticas. Nada de denunciar valientemente las causas, avanzar en medidas que ayuden efectivamente a paliar tan grave problema, provocado, conocido y, en absoluto, casual ni a prevenir tampoco los previsibles conflictos que se van gestando. Perdemos “humanidad” y autoridad moral ante las nuevas generaciones. Al tiempo que destruimos, de hecho, los cimientos de solidaridad elementales en los que debe sostenerse, se quiera o no, cualquier sociedad.
Mientras tanto, y paradójicamente, asistimos a otro lamentable hecho retransmitido al minuto y con todo el morbo posible. Aviones, helicópteros, barcos y submarinos de varias naciones que buscaban a 5 millonarios excéntricos, que tuvieron el capricho de hacer turismo para curiosear el Titanic hundido y enriquecer a una empresa. Una compañía ahora denunciada por no cumplir con las más elementales medidas de seguridad. A esto se le ha dado una amplísima cobertura informativa en los medios de comunicación que han desplegado sin regateos todo su arsenal corporativo. Un espectáculo al que se le ha dado todas las horas de información en directo que han querido. Un despliegue de producción que no resiste comparación cuando otro carguero naufraga en Canarias, con más ahogados, tras solicitar auxilio repetidamente. Parece que cientos de personas pobres importan menos que una rica.
NO. A muchas personas y organizaciones sociales nos indigna la reiteración de todo esto. Seguramente, a muchas más de lo que públicamente parece, pues no hay proporción entre lo que hacen, los medios de que disponen y la repercusión mediática que obtienen. Junto a este conjunto de personas y organizaciones sociales, también desde la Fundación Novaterra queremos alzar nuestra voz, denunciar con hechos y palabras estas tragedias que no se deben ni pueden tolerar. Por inhumanas, reiteradas, previsibles y solucionables. Y reafirmamos nuestro compromiso para estar al lado de las víctimas y de las soluciones en la medida que podamos; así como de cuantas personas y entidades que trabajan y aportan todo lo que está a su alcance para afrontar una situación de la que no queremos ser cómplices.
Comité Presencia Pública Fundación Novaterra
Valencia, 23 de junio de 2023
Foto de Alexander Andrews en Unsplash